El mundo está cambiando tan rápidamente, que el liderazgo empresarial y de equipos no es una excepción.
La inestabilidad del mundo se ha quedado corta con la definición V.I.C.A. (o V.U.C.A. en inglés), sigla de Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo.
Más bien, hoy estamos en plena era B.A.N.I. que postuló el pensador Jamais Cascio, un pronosticador del Instituto de Estudios del Futuro y considerado una de las 100 mentes más brillantes de este tiempo.
Como síntesis de este momento de la humanidad, presentó hace ya tiempo el concepto B.A.N.I., compuesto por las palabras inglesas Brittle (quebradizo), Anxious (generador de ansiedad), Non-linear (no lineal) e Incomprehensible (incomprensible).
Para cada uno de estos aspectos, quienes son líderes actualizados necesitan entrenar su robustez y solvencia al afrontarlos, ya que son cada vez menos tangibles, y tienen componentes de tipo emocional e interpretativo, que escapan a las definiciones más bien racionales que teníamos en miles de libros de liderazgo.
Según el seguimiento que he hecho de autores sobre el liderazgo que viene, aquí van 5 tendencias serán clave para el éxito en 2024. Algunos de los nombres seguidos durante el 2023 en publicaciones, libros y entrevistas son Robin Sharma, Nassim Taleb, John Maxwell, Adam Grant y Simon Sinek.
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LAS TENDENCIAS EN LIDERAZGO PARA 2024
[1] Adaptabilidad, antifragilidad y resiliencia:
Los líderes del nuevo tiempo necesitan ser todavía más capaces, hábiles y ágiles para adaptarse a los cambios constantes y recuperarse de los desafíos. Esto requiere una fuerte capacidad de aprendizaje y crecimiento, así como una actitud positiva y resiliente. Los cambios se precipitarán aún más rápido que en el pasado.
También se incorpora el concepto de antifragilidad, postulado por el ensayista Nassim Taleb. Es lo que nos permite prepararlos para los desastres, el caos y situaciones que se salen de control (la resiliencia es diferente, por cuanto aparece en el momento justo de los desastres o desafíos; la antifragilidad es la preparación previa, para tener robustez y estar preparados).
[2] Pensamiento estratégico y visión a largo plazo:
Las personas en roles de liderazgo que más se van a destacar, son aquellas que sean capaces de ver el panorama general y desarrollar estrategias que conduzcan al éxito a largo plazo.
[3] Inteligencia emocional y habilidades sociales:
Para lograr estas competencias, se requiere ser capaces de comprender y gestionar sus propias emociones, así como las de los demás. Esto es esencial para crear un entorno de trabajo positivo y productivo.
Esto permite bajar los niveles de tensión propios de los cambios, manejar el vértigo de este momento y descubrir otro tipo de caminos viables para resolver las cosas de la mejor forma posible.
En mi libro “Innovación Emocional” ya hablaba en 1998 de la necesidad de sentar a las emociones en la mesa del directorio; aprender a conducirlas, y estar abiertos a considerarlas como un insumo habitual dentro de las conversaciones, decisiones y tácticas empresariales.
[4] Pensamiento crítico y toma de decisiones informadas
Pensar críticamente es alcanzar la neutralidad para analizar las cosas desde distintas perspectivas, sin caer en la “parálisis por análisis”, que no conduce a nada (porque puede demorar los procesos).
Tomar decisiones informadas es contar con toda la información posible, analizar la “big data” disponible y crear nuevos flujos de análisis de información circulante, para decidir mejor, incluso en situaciones de incertidumbre.
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[5] Liderazgo ético y sostenible
Este aspecto es cada vez más relevante, donde la ética se suma a la sostenibilidad.
Las decisiones ya no tienen sólo impacto en la empresa, sino en las comunidades y países, en el medioambiente, y las distintas generaciones (especialmente las más jóvenes), eligen dónde, cómo y en qué trabajar en función, entre otras, de esta consciencia. Esto requerirá un compromiso con los valores y la responsabilidad social corporativa.
¿Cómo lograrlo? Siendo consistentes como empresas, y como líderes. La consistencia es la dedicación inquebrantable y coherente a nuestras acciones. Esto quiere decir que es el reflejo de un compromiso total con lo que hacemos y la congruencia permanente, asegurándonos de que nuestras acciones estén en línea con nuestras convicciones. Por eso es que no se trata simplemente repetir acciones, sino de hacerlo con propósito, intención contributiva y dirección.
A las personas que dicen, piensan, hacen y sienten, se las llama coherentes. Se dice que son ‘de una sola pieza’ y que no tienen dobleces. En ellas, el componente de la congruencia aparece como la columna vertebral que une las acciones y la visión de la persona sobre quien es, cómo se planta ante las situaciones, y en qué cosas no está dispuesto a trastocar sus valores más íntimos y profundos.
Lo mismo se puede aspirar y desarrollar en las culturas empresariales y organizacionales de cualquier tipo y tamaño.
Por eso es que, en un mundo disruptivo y totalmente imprevisible, la consistencia ayuda a que las acciones, pensamientos y palabras se perciban a la distancia, y, en el tiempo, dejen una estela imborrable, llamada legado personal y empresarial.
Algunos de los beneficios de este tipo de cultura al liderar son:
. Confianza y credibilidad: La gente confía en quienes demuestran ser coherentes en sus palabras y acciones.
. Integridad y tranquilidad: Definiendo y manteniendo nuestros «no negociables», nos posicionamos en un lugar de integridad personal, lo que nos brinda paz interna y una consciencia tranquila.
. Visión del bien común: Más allá del yo individual, la consistencia nos permite centrarnos en objetivos más grandes, beneficiando al entorno y no mirando el propio ombligo.