Aunque el lulo es una fruta andina con potencial en el mercado nacional e internacional, su dificultad de conservación influye en su comercio
El Solanum quitoense es una variedad de lulo del noroeste de América del Sur, que se encuentra distribuida en países como Ecuador, Costa Rica, Panamá, Colombia, Venezuela, República Dominicana y México, en donde se le conoce como naranjilla o lulo. Aunque tiene una gran acogida en el consumo extranjero, la dificultad de conservación durante la postcosecha limita su gran potencial de exportación.
Desde la Universidad Nacional de Colombia, Unal, en cabeza de Andrea Reyes, estudiante de la maestría en Ciencias Agrarias, con énfasis en fisiología de cultivos, y los docentes Helbert Enrique Balaguera y Diego Alberto Castellanos, realizaron la evaluación de tres técnicas de conservación sobre la calidad postcosecha en frutos de lulo, con el objetivo de incrementar su vida útil en hasta 15 días.
El lulo es una fruta andina con potencial en el mercado nacional e internacional. Según Reyes, para 2019, presentó un área cultivada de más de 9.000 hectáreas, representando una producción neta de 8.000 toneladas, en las cuales más de 70% es de economía campesina y poco más de 20% es economía empresarial.
Su importancia radica en que se considera uno de los frutos exóticos promisorios de la región con potencial de exportación. Sin embargo, la dificultad de conservación del fruto durante la postcosecha reside en que hace parte de los frutos denominados climatéricos; aquellos que, después de ser cosechados, mantienen su proceso de maduración.
Este se da a causa de que mantienen activo todo su proceso respiratorio por la presencia de etileno, hormona que desencadena y acelera la degradación del fruto y da la senescencia del mismo, lo que hace que el tiempo de vida útil sea corto.
“La principal estrategia técnica de conservación postcosecha utilizada en lulo, es la aplicación de bajas temperaturas de almacenamiento que, si bien es efectiva, hay que ser muy cuidadoso porque no todos los frutos toleran cualquier rango de almacenamiento a baja temperatura. Algunos de estos pueden ser bastante sensibles y, por debajo de ciertos grados, generan fisiopatía como daños en las membranas”, precisó Reyes.
La investigación se desarrolló en tres fases. En la primera se hizo la evaluación e identificación de la mejor temperatura de almacenamiento. Después, se hizo la aplicación de metilciclopropeno, un retardante de maduración, con el fin de inhibir la producción de etileno, y limitar sus efectos sobre el fruto. Finalmente, se hizo la administración de la dosis y el tiempo de exposición óptimos para obtener resultados positivos.
“Con la combinación de estas tres técnicas: baja temperatura, dosis y tiempo de exposición, se seleccionaron frutos del municipio de Ramiriquí, Boyacá, los cuales fueron cosechados en un grado de maduración, de acuerdo a la norma técnica colombiana, 75% naranja y 25% verde en su coloración de epidermis, completamente libres de daños mecánicos, y sin afectaciones por patógenos o insectos”, manifestó la investigadora.
¿Qué encontraron?
Se evidenció que los frutos que conservaron la mayor calidad durante la postcosecha fueron aquellos que se encontraron a bajas temperaturas, es decir, a cinco grados Celsius, con 0,35 miligramos por litro de metilciclopropeno, durante 15 minutos de inmersión.
“La combinación de metilciclopropeno y bajas temperaturas incrementaron el tiempo de vida útil por más de 15 días de los frutos, lo que puede ser una estrategia de manejo durante la postcosecha para garantizar la calidad, ya sea para consumo nacional o para ser guiados a la exportación”, destacó Reyes.
Además, su sometimiento a atmosferas modificadas se dio con el fin de crear un equilibrio entre la respiración y el paso de gases a través del empaque mediante la disminución de la concentración del oxígeno. Los lulos almacenados en el ambiente modificado, como los que no, presentaron mejor calidad en el almacenamiento y conservación de sus propiedades.
“Nuestra investigación apoya a que los frutos que sean destinados a exportación, resistan todo el proceso de transporte y el tiempo de viaje que esto requiera. La implementación de tecnologías como las bajas temperaturas de almacenamiento combinadas con el metilciclopropeno y atmósferas modificadas pueden garantizar que el fruto llegue a su destino con la calidad deseada”, concluyó Reyes.
Las metodologías aplicadas en la investigación no solo son específicas para el fruto del lulo, también pueden aplicarse a otros frutos que sean considerados exóticos y promisorios de consumo tradicional.