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La transformación de los residuos orgánicos en fertilizantes y generadores de energía

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Los productos que se obtienen de la investigación ayudan en la recuperación de zonas afectadas como la agricultura intensiva o la minería

Una de las constantes en la producción de alimentos es la consecuente disposición de residuos orgánicos. Además de motivar a la contaminación por su disposición en rellenos sanitarios o en la intemperie sin ningún control, son proclives a diseminar sustancias o microorganismos que son nocivos para la salud. Atendiendo a dicha problemática, una investigación de la Universidad de Antioquia, UdeA, encontró la manera de aprovechar estos residuos a través de su uso como abonos y generadores de energía.

En una investigación del Grupo Interdisciplinario de Estudios Moleculares, Giem, de la UdeA, llevado a cabo desde 1992, se halló que se llevaban los residuos sin mayor tratamiento a vertederos o se dispersaban en algunos cultivos, por su alto valor nutritivo, pese a algunos efectos nocivos y sin descubrir el alto potencial que tenían.

Desde el Grupo Interdisciplinario, Carlos Andrés Uribe, investigador del Giem y docente de cátedra en Ingeniería Industrial y en el Instituto de Química de la universidad, descubrió que residuos orgánicos de animales como el estiércol de gallinas, de cerdos, bovinos y otros animales domésticos, así como de cosechas vegetales, los descartes de podas y otros, tendrían un mayor aprovechamiento como abonos, recuperadores del suelo, y generadores de energía.

“Se necesitan técnica de transformación para tener un producto estabilizado que, cuando se aplique al suelo, le aporte nutrientes, materia orgánica, contribuya a la vida del suelo sin llevar patógenos asociados a materias primas”, destacó Uribe en el portal web de la UdeA.

El investigador inició con un estudio cuyo objetivo era aprovechar al máximo los residuos y disminuir la contaminación orgánica. Esto lo llevo a trabajar en la generación de energía a partir del biogás que producen estos descartes y, en paralelo, a obtener un tipo de fertilizante natural a partir de estos residuos.

“Desarrollamos unos sistemas para aprovechar diferentes fuentes de biomasa residual. Hay una que llamamos de Fracción Orgánica de Residuos Sólidos Urbanos, Forsu, que se produce de manera constante en entornos con servicio de recolección, y que se implementó en gran parte de los municipios del país. Hay una tendencia normativa a que se aproveche este tipo de residuos, con lo cual se crean las condiciones para que dichos sistemas sean viables”, añadió.

De acuerdo con Uribe, se están desarrollando sistemas de reacción que permiten tomar esos flujos residuales y volverlos fertilizantes, insumos para la industria química, la energía eléctrica y la mecánica.

Según Carlos Alberto Peláez Jaramillo, fundador del Giem y docente del Instituto de Química, es básicamente generar una serie de coproductos, todos con un valor agregado, dirigidos a diferentes aplicaciones o usos, a partir de una materia prima.

Actualmente, el proyecto de investigación, de acuerdo con la universidad, se ha puesto a prueba en escala grande, como plantas en municipios, donde se trabaja con las empresas de aseo, así como con algunas empresas avícolas, porcinas y bovinas.

Aunque, en el caso de la generación de energía, no contó con los recursos suficientes para hacerlo similar a como lo realizan en países como Alemania, con más de 20 motores y una amplia contratación de personal, Uribe empleó la gravedad para desarrollar algo con menos maquinaria y con menor consumo de energía.

Frente a la materia orgánica transformada, según la UdeA, se está trabajando en desarrollar fertilizantes minerales-orgánicos, formulados para que tengan los nutrientes que se necesitan para un determinado cultivo o para una etapa del mismo.

“Las industrias de fertilizantes de síntesis, abonos que deben pasar por un proceso químico diferente al orgánico, también hacen esto, pero para conseguir esos abonos químicos consumen mucha energía y generan una alta cantidad de gases de efecto invernadero, GEI. Nuestros materiales, en cambio, no requieren tanta energía y casi no producen GEI”, resaltó Uribe.

Los productos que se obtienen de la investigación ayudan en la recuperación de zonas afectadas por actividades humanas, como la agricultura intensiva o la minería.

Le ponemos a ese material orgánico unos microorganismos que fijan el nitrógeno a la tierra, como sucede en la naturaleza, en los bosques, porque a muchos agrosistemas se les ha puesto tantos químicos que están matando esos microorganismos”, añadió.

De acuerdo con Peláez, el objetivo es consolidar un programa que permita aprovechar las ventajas comparativas para construir un modelo basado en la generación de productos de valor agregado y energía a partir de biomasa residual.

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