Por: Ferley Henao Ospina
Cívica, Urbanidad, Geografía, Ortografía, Ética e Historia, materias que desaparecieron del currículo educativo. Antes, niños y jóvenes conocían los deberes y obligaciones del alcalde, gobernador, concejales, diputados, parlamentarios y presidente.
Hasta los niños sabían que a los adultos se les respeta, que el puesto en el bus se les cede a las damas y a los mayores. Sabían también dónde están situados los departamentos de Colombia y los países del mundo.
Se escribía con ortografía buena. Nada común una nota que dijera “Juan llego a la finca y monto a caballo”. “llegó” y “montó” escritas sin tilde en la “ó” no expresan lo que deben expresar, pero esto se ha vuelto común.
La ética, que tanta falta hace, salió de las aulas, aunque UNESCO insiste que se reanude y solicita que se adicione bioética. Finalmente, Historia, materia a la que debemos dedicar mención especial porque su ausencia tiene impactos muy serios en nuestra sociedad.
«Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla” frase atribuida a Cicerón tomémosla para recordar un episodio reciente de nuestra historia: Colombia venía de dos largos períodos hegemónicos.
Desde inicio del siglo 20, – fin de la guerra de los mil días – gobernaron conservadores hasta 1930 cuando asumió Enrique Olaya Herrera. Desde entonces hasta el 46 dominaron los liberales.
En 1946, Laureano Gómez, personaje conservador tolerado, pero no querido, sabía que perdería si se postulaba a la presidencia. El nombre de Mariano Ospina Pérez, ajustado perfecto a sus intereses, emerge para que él haga el trabajo de garantizar que el próximo presidente sí sea Laureano.
Promovieron la división liberal Turbay – Gaitán, Laureano jugó la carta Ospina, quien fue electo presidente 1946-1950, asegurando a Laureano la victoria en 1950, pese a esa atmósfera adversa: conservatismo minoritario y Laureano percibido poco deseable, gracias a que Ospina asumía el control de la registraduría (“hasta los muertos votaron” frase popularmente acuñada) y el dominio de gobernaciones y alcaldías.
La violencia se incrementó significativamente desde el primer año de Ospina. A principios del 48, con la noticia de masacres en varios pueblos, Jorge Eliécer Gaitán organizó actos masivos, entre los que se destaca la «Marcha del Silencio» que concluyó en «Marcha de las Antorchas» en la que pronunció la célebre “Oración por la Paz”.
“…esta inmensa multitud que esconde su ardiente corazón, lacerado por tanta injusticia, bajo un silencio clamoroso, para pedir que haya paz y piedad para la patria”.
Comenzó Gaitán, dirigiéndose al presidente Ospina, y continúa:
“…si esta manifestación sucede, es porque hay algo grave, y no por triviales razones. …para evitar que la sangre siga derramándose y para que las leyes se cumplan, porque ellas son la expresión de la conciencia general”.
“Señor presidente: … os pedimos que ejerzáis vuestro mandato, el mismo que os ha dado el pueblo, para devolver al país la tranquilidad pública. ¡Todo depende ahora de vos! Quienes anegan en sangre el territorio de la patria, cesarían en su ciega perfidia”.
“Amamos hondamente a esta nación y no queremos que nuestra barca victoriosa tenga que navegar sobre ríos de sangre hacia el puerto de su destino inexorable”.
“… bienaventurados los que entienden que las palabras de concordia y de paz no deben servir para ocultar sentimientos de rencor y exterminio”.
“¡Malaventurados los que en el gobierno ocultan tras la bondad de las palabras, la impiedad para los hombres de su pueblo, porque ellos serán señalados con el dedo de la ignominia en las páginas de la historia!”.
Dos meses y dos días después, Gaitán cayó asesinado, y su muerte atribuida a un hombre supuestamente “solitario” que, “sin razón alguna” decidió cegar la vida del líder, cuyo único pecado era haberse constituido en la segura amenaza para que el conservatismo se quedara en el poder.
En 1949, Ospina clausuró el Congreso, ordenó cerrar las asambleas departamentales, declaró el Estado de sitio y decretó la censura de prensa y de las comunicaciones, entorno previo a las elecciones presidenciales que finalmente, como era obvio, termina ganando el candidato conservador Laureano Gómez.
Siglo 21: podíamos haber evitado que la historia se repita, si no nos hubieran quitado las clases de historia.
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