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¡Ay! que orgulloso me siento de ser mamerto en Colombia

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Por: Ferley Henao

Mamerto es aquel que no percibe, en una crisis como la de esta pandemia, la ocasión para jugarle a sobrecostos en los mercados humanitarios (lata de sardina $19.000 en Arauca, bolsa de leche $ 13.000 en otras partes, etc.)

En una sociedad que les ha negado a las nuevas generaciones los principios y valores esenciales y con un sistema educativo que prescindió de materias fundamentales como la cívica, la urbanidad y la historia, afloraron y se impusieron los antivalores, por lo tanto, a quien no aproveche las oportunidades anti-éticas que se le presentan constantemente, se le califica de tonto, bobo o retrasado.  Ese es el mamerto.

El intento de acuñar la palabra “Castrochavista” les resultó fallido y aunque consiguieron que el término “mamerto» sea aceptado en Colombia como “comunista”, según la RAE, en su acepción principal y universal, significa “persona que tiene escasa inteligencia o habilidad” o sea, el término preciso, esa persona incapaz de descubrir la oportunidad de aprovecharse de las circunstancias para su beneficio personal causando perjuicios a la sociedad.

Mamerto es aquel que no percibe, en una crisis como la de esta pandemia, la ocasión para jugarle a sobrecostos en los mercados humanitarios (lata de sardina $19.000 en Arauca, bolsa de leche $ 13.000 en otras partes, etc.) que resultaron agravados en algunas regiones porque no se entregaron, o no todos, o se entregaron incompletos, o se entregaron a los que no son pobres y así sucesivamente.

El mamerto tiene “escasa inteligencia o habilidad” para entender que si contrata la construcción de un puente o de una central hidroeléctrica, puede ganar más dinero cambiando las especificaciones técnicas y timando a la sociedad con un “Chirajara” o “Hidroituango”, igual caso con edificios como “Space”“Blas de Lezo” y otros colapsados; o para descubrir que los dineros asignados a los adultos mayores o a los niños con hambre, si se pueden desviar; también para saber cómo se deprecia un bien público para vendérselo barato a los amigos. Esas habilidades son propias del que tiene la inteligencia, la malicia y la picardía del que no es mamerto.

Por esa razón y con la frente en alto confieso que “me siento muy orgulloso de ser mamerto en Colombia” porque significa ser probo, honorable, íntegro, recto, justo, honesto. En el lado contrario anidan unos avispados, astutos, sagaces, listos, vivarachos, que sí saben cuándo y cómo es que se pueden saquear los fondos públicos.

Todo niño que nacía a comienzos del siglo XX quedaba rotulado liberal o conservador dependiendo de la tendencia que se les atribuía a sus padres, aunque esa filiación no haya sido manifestada, porque se deducía por su afinidad o discrepancia con las políticas del gobierno.

El siglo inició en plena “guerra de los mil días” que ganaron los conservadores, instaurando una hegemonía que duró hasta 1930. Todos los puestos públicos nacionales, departamentales y municipales (porque los gobernadores los nombraba el presidente y los alcaldes el gobernador) eran ocupados por personas de ese mismo partido y los demás, o sea los liberales no les quedaba más que irse “a coger café”, término que quedó acuñado para referirse al castigo que se le aplicaba a quien no podía ocupar un puesto burocrático.

Del 30 al 46 los liberales en el poder “bautizaron” “Godos” a los conservadores, quienes regresaron al gobierno y permanecieron en él entre 46 y 53, periodo en el que surgió el término “Cachiporros” despectivo de liberales. El golpe militar de Rojas Pinilla (1953) en nombre de la Unidad Nacional comenzó a disipar el odio entre liberales y conservadores que terminó ratificándose con el pacto de Sigches y Benidorm concretado en el “Frente Nacional” mediante el cual todos los poderes del estado eran repartidos por partes iguales entre los dos partidos.

Del 58 al 74 se alternó la presidencia, 4 años liberal, 4 años conservador. Como los dos estaban compartiendo el poder tenían que adoptar un término despectivo para referirse a los opositores y decidieron denominar “Comunistas” a todos aquellos que no estuvieran de acuerdo con los lineamientos políticos, económicos y sociales del gobierno de turno. Así quedamos “bautizados” todos los que no comulgábamos con esos gobiernos que no fueron tan buenos como los pintan.

Particularmente, valga recordar que el gobierno que dejó sembrada esa línea de corrupción que hoy continúa campante, es el tercero del Frente Nacional dirigido por Carlos Lleras Restrepo1, que debido al escándalo “Peñalosa y Fadul”2, de tan graves proporciones como el de Odebrecht, perdió las elecciones presidenciales de 1970 ganadas por Rojas Pinilla, lo que obligó a Lleras al uso de maniobras calificadas de “fraude” con las cuales le arrebató el triunfo a Rojas y le entregó el poder al perdedor Pastrana Borrero.

Esta es la simpática historia de “Mamerto”,término signado para marginarnos. Siempre hubo marginados en Colombia, polarización y sectarismo. Corrupción también, pero no tanta.

Carlos Lleras Restrepo, abuelo de Germán Vargas Lleras. 

 Peñalosa era Enrique Peñalosa Camargo, padre de quien dos veces fue elegido alcalde Bogotá.

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